lunes, noviembre 21

Un Amor Urbano

Imágen del sitio público
Es lunes por la mañana, toda la ciudad está somnolienta y dispuesta para el trabajo, de malas ganas y ya estresados a las 08:00 de la mañana, como para no creerlo. El comentario en boca de todos es el calor que se pronostica para el día de hoy, añorando algunas y algunos un poco de lluvia. No lo puedo entender, porque una de las características de Santiago de Chile, en invierno, son sus inundaciones, aunque la lluvia no haya sido mucha. Nos llaman el tigre de Sudamérica por el manejo aceptable de nuestra economía, pero en días de invierno, no somos más que un gato mojado del más pobre de los zaguanes.
El metro, atiborrado de pasajeros, corre raudo por el túnel bajo la alameda, nuestra principal avenida, y un viento semi tibio entra a raudales por la ventilación de los vagones. A mi lado una mujer de edad indescifrable, debe de estar entre los 25 y los 35 años, no se mueve de la entrada del vagón mirando con interés hacia la estación que acabamos de llegar. Entre el grupo que aborda el vagón, busca a alguien, recorriendo con la mirada cada uno de los rostros con mucho afán, hasta hacer una sutil mueca casi imperceptible, porque no encontró a quien esperaba. Con decepción, cubierta de seriedad, camina por el pasillo para ubicarse en una posición más cómoda y no interrumpir el paso de los demás pasajeros cuando salgan. Baja la mirada y se sumerge en la pantalla de su teléfono móvil, seguramente buscando el número de quien la dejó esperando. La observo con detenimiento por entre sus cabellos castaños y sus ojos ya no están serios, por el contrario, están tristes y vidriosos por causa de un par de lágrimas que pugnan por salir de ellos. No deja de entristecerme su mirada cabizbaja y le cedo mi asiento. Extrañada me mira y reacciona agradeciéndome el gesto, le sonrío sin decir palabra, mientras llegamos a la siguiente estación. Nuevamente, pero sin tanto ímpetu, mira hacia la puerta del vagón con algo de esperanza que se transforma en desolación.
El metro continúa su marcha y yo me afirmo en una barra para poder abrir mi libro de antología poética chilena. Una selección de poemas de diferentes autores nacionales, especialmente dedicada al sentimiento que hace posible nuestra existencia, el amor.
La mujer tiene una mirada penetrante, pues se enjugó sus lágrimas y detuvo su mirada en la tapa de mi libro, mirándome por primera vez directamente. Un poco azorado, volví a mi lectura de este poema de Pablo Neruda, que a continuación transcribo, en donde el poeta describe como se ve a la mujer que se ama:

ANGELA ADONICA
(Pablo Neruda Chile)

Hoy me he tendido junto a una joven pura
como a la orilla de un océano blanco,
como en el centro de una ardiente estrella
de lento espacio.
De su mirada largamente verde
la luz caía como un agua seca,
en transparentes y profundos círculos
de fresca fuerza.
Su pecho como un fuego de dos llamas
ardía en dos regiones levantado,
y en doble río llegaba a sus pies,
grandes y claros.
Un clima de oro maduraba apenas
las diurnas longitudes de su cuerpo
llenándolo de frutas extendidas
y oculto fuego.

Este poema me emociona, me encandila el alma como toda expresión artística verdadera, aflorando en mi una sonrisa y ese escalofrío que recorre la espalda con agrado extremo, lo que a veces se nota, porque ella al bajar en la misma estación, me mira y me dice:
“te emociona la poesía de amor ¿ah?, pero es una lástima que el amor asi como en los poemas, no exista”, fue de manera tan amarga y convincente, que parecía dolerle a ella misma la seguridad con que lo afirma. Me entristeció ese comentario y actitud tan agrio y áspero, que me detuve por unos instantes, sin articular palabra. Fue un certero golpe a mis sentires y como se diría en este mundo moderno y lógico, me puso los pies en la tierra nuevamente.
Ella caminó unos metros y giró su mirada hacia mí con aire tristemente triunfalista, así se podía sentir en su gesto, lo que me hizo reaccionar y continuar caminando después de estos extraños segundos.
Medio le sonreí y levanté hombros y cejas al unísono, expresando con este gesto un “si tú lo dices así será”, justo en el instante en que un hombre la toma de la mano y la mira directo a los ojos, ella se abalanza a sus brazos extendidos y lo llena de miradas y caricias, cerrando dulcemente los ojos en un abrazo cálido. Por dentro me sonrío y los observo mientras paso por el lado y cuando me he alejado unos pasos, ella abre sus ojos y me mira feliz, radiante, sumergida en los hombros de el, abriendo aún mas sus ojos me guiña uno y asiente sutilmente, como retractándose de lo que había dicho.
Ahora me río a carcajadas, de felicidad por ellos y porque si es real emocionarse, si es real el amor de verdad y a pesar de lo que hagamos para superponer otras cosas por sobre este sentimiento, de igual manera aflora en los lugares y las horas más inesperadas.
Vale la pena esperar, de eso no hay duda. Solo hay que tener agallas para dejar salir el verdadero amor que todos traemos y que ocultamos por miedo a ser débiles, en circunstancias que, justamente eso es lo que nos debilita, el ocultar esta fuerza vital que vive en todos nosotros.-