sábado, noviembre 12

Collage Hispano Sudaca parte II (El contraste)

Hoy cerca del medio día, me fui por la peatonal Ahumada hasta llegar a la Plaza de Armas, la más importante de mi ciudad. Como todo sábado estaba atiborrada de gente, pero era un tipo distinto de personas, había casi un ambiente de familia por la gran cantidad de padres con sus hijos paseando y disfrutando de los agradables 22ºC de temperatura ambiente.
Había como siempre, música emitida por diferentes grupos, la que se entremezclaba sin posibilidad de distinguir la una de la otra y los chicos y chicas dedicados a su arte de esculturas vivientes, que se quedan inmóviles hasta que escuchan el tintineo de una moneda, que los hace moverse por algunos segundos, volviendo a quedar petrificados hasta la próxima donación. Del mercadeo de cosas no había nada, solo estaban las personas que trabajan toda la semana y que ahora paseaban como habitantes relajados, sin estar enfundados en trajes acordes a sus labores y nerviosos o impacientes, como en los días laborales de semana.
Todos estaban dedicados a compartir el mediodía primaveral con sus familias o amigos, haciendo que esta peatonal luciera y se sintiera diferente.
Los turistas caminaban despreocupados, como eximios conocedores del área y se dirigían a la plaza al igual que yo. En los cafés que la rodean, se atrincheraban los más acalorados y las familias que decidieron almorzar.
También había pintores que exhiben y venden sus obras, algunas muy interesantes y otras, copias de fotografías u obras famosas, que reflejan solo la necesidad de tener algo para vender, sin el más mínimo asomo de expresión artística.
Grupos apoyando a políticos, a partidos u organizaciones políticas, tampoco son tomados en cuenta por los paseantes, todos pasan de largo sin siquiera mirarlos.
Es impresionante la mutación que se aprecia en todas las personas, entre un día laboral y el fin de semana. Hemos emergido, ya no somos la masa tercermundista que produce y mueve al país de manera ídem, somos personas individuales, con gustos, anhelos y deseos diferentes. La masa laboral que compra chatarra tecnológíca de punta, ha mutado, se transformó en una sociedad de personas, de individuos únicos e irrepetibles. Pareciera ser que estamos despiertos, mas alertas a lo que es realmente trascendente, tales como, el entorno, la música, nuestras familias, nuestros amigos e inclusos los desconocidos que comparten este lugar. Hay más sonrisas en los rostros a menudo adustos y de mirada perdida en el suelo o hacia ninguna parte que no sea nuestras metas y exigencias laborales del día, durante la semana laboral. La conversación es de temas diferentes, nada de trabajo, dinero o cuentas por pagar. Acabamos de hacernos parte del mundo, no del tercero, el segundo o el inefable primer mundo, sino del Mundo, el real, el de todos, el que hay que cuidar y no esconderlo o sumergirlo de lunes a viernes. Parecemos gentes mas maduras, mas grandes, mas crecidas desde dentro, sin necesidad de nada que no sea nuestra conciencia de ser, el vernos reflejados en los demás y ellos en nosotros, con nuestras pequeñas diferencias que nos hacen mas interesantes los unos a los otros.
Que hermoso es ver y reconocer a los verdaderos nosotros, no a esa imagen que armamos a diario y que nos hace perder el respeto por los demás y por consiguiente por nosotros mismos. Este, si es el primer mundo, el verdadero mundo desarrollado, en donde no necesitamos tecnología de punta innecesaria, o falsos éxitos socioeconómicos; sino el reconocernos bajo los verdaderos parámetros de dignidad y respeto por nosotros y por los demás, incluidos aquellos que están dormidos por el mercantilismo barato, el engaño con rostro de habilidad y la prepotencia y agresividad disfrazada de inteligencia.
Hacer del lugar que habitamos o compartimos, un espacio sereno limpio y agradable, ser capaz de entender a aquel que no puede o no quiere asumir una conducta, que no sea bajo estos falsos parámetros del “mundo moderno”, no discriminar peyorativamente por raza, color de piel, religión o nivel educacional, entender que aquí nadie sobra, que todos somos necesarios y nos merecemos estar aquí y aportar todo lo que tenemos, nuestras capacidades intelectuales y espirituales, asumir que la misma consideración y respeto se merece el que trabaja y el que genera el trabajo, porque ambos antes que todo, son personas con iguales necesidades sueños, esperanzas, dolores y alegrías, nos hace ver y asumir, el verdadero y auténtico primer mundo.
Solo así podremos sentir nuestras raíces comunes y hacernos fuertes, no como un roble que parece serlo, pero que una tormenta o una inundación lo arrancan de raíz, sino como un junco, que va y viene con cada embate sin perder su fortaleza, sin ser eliminado de cuajo.
No podemos dejarnos abatir por los embates de la soberbia y la prepotencia, que nace de los falsos parámetros de éxito (casi siempre económicos), que tanto abundan y que nos obligan a reventarnos como personas y como sociedad, en una lucha cuerpo a cuerpo por lograr metas económicas y materiales, que finalmente siempre estamos renovando cada cierto tiempo dejándonos un vacío enorme que nos consume y nos degrada.
Así, ser hispano o sudaca, no tendrá ninguna connotación. Solo se validará en aquellos que están enceguecidos por este invento de sociedad, que los tiene consumidos en una carrera contra el tiempo y contra la vida misma, en su mas pura y genuina expresión.
Necesitamos contrastarnos, volver a esos valores primigéneos y reflejarlos en lo moderno, para así restaurar este mundo único y real que escondemos todos los días. De esta forma, nos prodigaremos una verdadera calidad de vida, basada en nuestras sensaciones y sentimientos mas puros y profundos, igual como cuando eramos niños.
Un hombre alcanza su mayor madurez, cuando recupera la seriedad que tenía para jugar, siendo niño”. (F. Nietzache)