jueves, febrero 9

El Arte de Amar Parte I

Imagen de sitio público:
fineartphotography/nude-alone1.html
¿Que nos mantiene con ganas de hacer cosas y vivir la vida, mientras permanecemos en este planeta y en este estado de seres humanos?
Las respuestas son muchas y variadas, desde el natural instinto de conservación hasta la expresión tan popular: “ya que estamos aquí, démosle para adelante”.
Yo afirmo que es el amor, pues primero recibimos el de nuestra madre, padre y familia, luego el de los amigos, el de nuestra pareja, nuestros hijos, nuestros nietos, hasta que se cumple el ciclo de existencia terrena.
Erich From en su libro El Arte de Amar, dice que hay varios tipos de amor, entre otros están, el amor fraterno, ese de los padres, la familia y los amigos, el amor de pareja que lleva una gran carga de pasión y da origen a la conservación de la especie y el ágape un amor universal o sublime, que es el amor de Dios que tenemos en nosotros, pero que poco o nada cultivamos. Esto de las definiciones y clasificaciones cansa bastante, porque si hay algo de lo que se ha escrito, se escribe y se seguirá escribiendo es justamente del amor, en todas sus expresiones.
Dentro de las parejas, los adolescentes a mi juicio son los más sinceros, porque están juntos producto de la mas honesta de las condiciones, se gustan, por eso se quieren, se apasionan, además de estar influenciados por la curiosidad de una nueva experiencia de vida y el desarrollo natural que les es propio, así es que, son expresivos, cariñosos, dulces y todo lo hacen con el corazón, de manera bellamente libre. En ellos nace el amor a partir del enamoramiento, limpio y transparente, sin nada superficial que condicione el hecho de estar en pareja.
Sentado en un café en la mesa contigua, casi pegados, había un grupo de mujeres y hombres que hablaban en voz alta de distintos temas, hasta que llegaron al tema amor y parejas.
Parte de los hombres y mujeres decían que lo importante era “lo de adentro”, es decir, el alma y manera de ser, pero que su pareja debía tener ciertas características físicas bien definidas, altura, color de ojos, de cabello, medidas anatómicas etc. Todo esto perdía importancia cuando aparecía la condición socioeconómica, el nivel social, el dinero que ganaba y las demás posesiones que debía tener la potencial pareja. En general estaban de acuerdo en que los hombres debían tener una posición económica muy sólida al costo que fuera necesario lo que se comprobaba por el lugar y ubicación donde residían, cuenta bancaria abultada y capacidad para mantener un alto nivel de vida. Las mujeres debían tener una excelente presencia, un nivel social acorde, trabajar no era mayor problema y uno de sus deberes era ser bella de acuerdo a los parámetros que imponen los estilos más exclusivos de vida. De hecho, una de las chicas dijo que en la vida en pareja muchas veces se llora, por lo tanto ella prefería llorar en una limusina a hacerlo en una bicicleta y que los hombres que se vislumbraban como económicamente poderosos o que ya lo eran, le resultaban extremadamente irresistibles.
Uno de los hombres agregó que para el, era fundamental que su mujer lo hiciera quedar bien en su entorno social y de trabajo, para ello debía estar siempre bella y dentro de los parámetros que la moda imponía en todos los aspectos.
Después de escuchar esto, me invadió una gran tristeza mezclada con impotencia e incapacidad para remecer esos pensamientos e ideas tan coercitivos.
En otras mesas había unas parejas de abuelos, esos que llevan mas de 30 o 40 años de vida juntos, que estaban serenamente tranquilos, sin hablarse mucho pero claramente unidos. Había mucha calma en ellos, sin pasión, sin ser tan expresivos, pero si unidos, aunque a uno que otro, se les notaba un poco de acostumbramiento mas que nada, pero eran los menos, ellos parecían valorar mucho la vida compartida y habían aprendido a darle valor a la presencia y compañía del otro.
Después de haber observado esto, las preguntas eran, ¿esto es el amor?, ¿estos son sus procesos naturales?, ¿el amor existe o es una invención para darle un nombre simpático a una relación de pareja o al sexo sutil?, ¿murió el amor? y así, suman y siguen los cuestionamientos en mi cabeza y en el corazón, acompañados de una saliva amarga que pasa por la garganta.
Mi primera reacción, fue la de hacerme creer que estaba profundizando mucho, respecto de procesos normales que son parte de la vida y que debía dejar pasar tanta pregunta. Luego intenté convencerme, que estaba buscando ingenuamente lo ideal, lo perfecto y eso no existe, menos en el amor. Mi cabeza con su manto de racionalidad no pudo con mi corazón, simplemente porque este es más fuerte y seguía sumergido en estos cuestionamientos obligándome a asumir todas estas vacilaciones y a analizar que pasaba y por qué todo este mar de dudas.
Miles de razones se me agolpaban en la cabeza, para aclararlo todo, pero ninguna me dejaba satisfecho y el caos era absoluto. Una lucha fratricida entre la lógica racional, los sentimientos y la intuición, se desataba en mi interior. Me estaba haciendo acreedor a un analgésico y un par de cigarrillos ya habían sucumbido.-

(CONTINUARÁ)

No hay comentarios.: